Pero, no. Desde hace algunos años que acepté enseñar en una universidad, cada semestre debo luchar contra esa tragedia, porque es bastante más dolorosa. Un par de ejemplos: de más de cincuenta alumnos del ciclo más reciente, solo dos sabían quien es Mafalda . Y en un ciclo anterior en que revisé el trabajo de un alumno me di cuenta que el no lo había hecho. Decía que con “Los inocentes” Oswaldo Reynoso había llevado la lírica de las urbes a la literatura. Obviamente lo había sacado de alguna página de internet.
- No profe, yo lo heCuando lo cuento muy pocos me lo creen, pero no tengo por que jugar con una desventura como esa. Puedo agregar que en una clase de veinte y tantos alumnos ni uno solo sabía quien era Bartolomé de las Casas
hecho.
- ¿Tu lo has hecho?
Muy bien, dime que es lírica.
Después de entornar largo rato de duda,
respondió un poco
desconcertado
- Es algo que
tiene que ver con la
literatura.
- Muy bien , dejé
pasar por alto su extravío y le solté la más fácil: ¿y qué son
urbes?. Y rápido, sin dudar un solo instante respondió
triunfal
- ¡Son las tetas de
la vaca!
Obviamente eso no es culpa de esa universidad, porque se supone que eso debían saberlo desde el colegio. ¿Quién tiene la culpa? Las políticas educativas. ¿Y quién las hace? Supongo que algunas catervas de seudiocientificistas enquistadas quien sabe desde cuando en el Ministerio de Educación.