Puedo adelantar que nunca he hecho uso de drogas prohibidas. No las he necesitado o, probablemente, he tenido miedo de usarlas y que me gusten. Pero lo cierto es que nunca ha pasado por mi nariz y por ningún otro lado de mi anatomía estas sustancias que dicen son tóxicas.
Sin embargo, la propuesta del alcalde de Surquillo -de Lima, Perú- no habría que tomarla tan puritanamente. Hace mucho tiempo que -en privado- distinguidos profesionales de la salud -y no solamente Baldomero Cáceres, psicólogo peruano- consideran que la gran solución al tráfico de drogas, especialemente de la cocaína se resolvería con la liberacioón del consumo.
La gran prohibición
Un argumento a favor de esta liberación es la vieja historia de la prohibición del consumo de alcohol en los Estados Unidos que dieron lugar a las más grandes mafias de delincuentes norteamericanos e italianos: Al Capone por ejemplo. Sin embargo, la liberación del consumo no trajo ninguna consecuencia grave y hoy, todos sabemos, que las bebidas alcohólicas de todo tipo forman parte de nuestra cotidianidad. Por eso, la liberación del consumo de cocaína podría acabar con las mafias y, sobre todo con la corrupciòn que impregna nuestras sociedades con sus secuelas de impresionantes regueros de sangre, como ocurre en México , en Colombia y cada vez más en el Perú.
Yo se que quedan otras sustancias prohibidas como la marihuana -que no es mucho más dañina que un cigarrillo-, el opio, la heroína y las drogas sintéticas como el "éxtasis" o el casi legendario "lsd". Cierto, habría que estudiar una salida para cada una de éllas. Pero, mientras tanto, estudiemos cuidadosamente, seriamente, con rigor científico y no cucufato, las posibilidades de abordar de esa manera este tema que cada vez más corroe los cimientos de nuestra sociedad.
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