lunes, 2 de marzo de 2009

Meche: a las policías se les respeta... o no

Ya sabemos que el trabajo de la policía es sumamente peligroso, estresante y, sobre todo mal pagado. Lo que aumenta el estrés.
En estos días , casi simultáneamente los medios de prensa han difundido, por un lado, la información de unos policías que, conduciendo ebrios, atropellaron a un par de personas. Y, por otro lado, un video clandestino en el que un grupo de muchachas del mismo cuerpo policial. ¿Qué hace estas chicas? En su hora descanso, en un ambiente cerrado e inviolable. Juguetean entre ellas, hablan de su sexualidad. Juegos que, de alguna manera, sirven de relajamiento frente al esfuerzo sostenido que tienen que hacer en las calles de la ciudad.
La intimidad debería ser inviolable. Sin embargo, algún o alguna émula de algún congresista tránsfuga registró todo eso en video y lo “colgó” en internet. Lo lamentable es que este hecho lúdico y sin ninguna trascendencia ha sido metido en el mismo saco que el de los irresponsables policías borrachosos que atropellaron a un par de personas. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?. Nada
La tía Meche , que quiere poner orden en la casa –ojalá pueda- ha dicho que las tombitas juguetonas serán sancionadas con dos meses de suspensión sin de goce de haber.
No, pues Meche. ¿Qué culpa tienen esas policías que un o una miserable “cuelge” en internet esos jugueteos gracioso. Por que sexys, no son, pornográficos menos. Y, sobre todo hechos en la intimidad. A quien deberían tratar de encontrar y castigar, sería a quien difundió ese video y sancionarlo , porque la violación de la privacidad si es un delito. Y si no lo es, debería serlo.
Los tombitas son víctimas y en el peor de los casos, sólo merecerían una llamada de atención. Y punto. A los borachosos , simplmente aplicarles el código penal.

sábado, 7 de febrero de 2009

Ordeñar las urbes

Hace algunos días César Hildebrandt publicó en su columna de “La Primera” su estupor al comprobar que una alumna egresada de Ciencias de la Comunicación de una universidad “privada y cara” nunca había leído a Vallejo. Y añadía por allí “Y, claro, en vez de libros, “Trome” y en lugar de Vallejo, lo que “Alfaguara” diga”. Ojalá -César- se interesaran por algo de Alfaguara, como el ensayo de Vargas Llosa acerca de Onetti, los libros de Orhan Pamuk o la última novela de Carlos Fuentes, ojalá...
Pero, no. Desde hace algunos años que acepté enseñar en una universidad, cada semestre debo luchar contra esa tragedia, porque es bastante más dolorosa. Un par de ejemplos: de más de cincuenta alumnos del ciclo más reciente, solo dos sabían quien es Mafalda . Y en un ciclo anterior en que revisé el trabajo de un alumno me di cuenta que el no lo había hecho. Decía que con “Los inocentes” Oswaldo Reynoso había llevado la lírica de las urbes a la literatura. Obviamente lo había sacado de alguna página de internet.
- No profe, yo lo he
hecho.
- ¿Tu lo has hecho?
Muy bien, dime que es lírica.
Después de entornar largo rato de duda,
respondió un poco
desconcertado
- Es algo que
tiene que ver con la
literatura.
- Muy bien , dejé
pasar por alto su extravío y le solté la más fácil: ¿y qué son
urbes?. Y rápido, sin dudar un solo instante respondió
triunfal
- ¡Son las tetas de
la vaca!
Cuando lo cuento muy pocos me lo creen, pero no tengo por que jugar con una desventura como esa. Puedo agregar que en una clase de veinte y tantos alumnos ni uno solo sabía quien era Bartolomé de las Casas
Obviamente eso no es culpa de esa universidad, porque se supone que eso debían saberlo desde el colegio. ¿Quién tiene la culpa? Las políticas educativas. ¿Y quién las hace? Supongo que algunas catervas de seudiocientificistas enquistadas quien sabe desde cuando en el Ministerio de Educación.

COCAINA ... UNAS LINEAS A FAVOR, SOLO UNAS

Puedo adelantar que nunca he hecho uso de drogas prohibidas. No las he necesitado o, probablemente, he tenido miedo de usarlas y que me gusten. Pero lo cierto es que nunca ha pasado por mi nariz y por ningún otro lado de mi anatomía estas sustancias que dicen son tóxicas.
Sin embargo, la propuesta del alcalde de Surquillo -de Lima, Perú- no habría que tomarla tan puritanamente. Hace mucho tiempo que -en privado- distinguidos profesionales de la salud -y no solamente Baldomero Cáceres, psicólogo peruano- consideran que la gran solución al tráfico de drogas, especialemente de la cocaína se resolvería con la liberacioón del consumo.

La gran prohibición
Un argumento a favor de esta liberación es la vieja historia de la prohibición del consumo de alcohol en los Estados Unidos que dieron lugar a las más grandes mafias de delincuentes norteamericanos e italianos: Al Capone por ejemplo. Sin embargo, la liberación del consumo no trajo ninguna consecuencia grave y hoy, todos sabemos, que las bebidas alcohólicas de todo tipo forman parte de nuestra cotidianidad. Por eso, la liberación del consumo de cocaína podría acabar con las mafias y, sobre todo con la corrupciòn que impregna nuestras sociedades con sus secuelas de impresionantes regueros de sangre, como ocurre en México , en Colombia y cada vez más en el Perú.
Yo se que quedan otras sustancias prohibidas como la marihuana -que no es mucho más dañina que un cigarrillo-, el opio, la heroína y las drogas sintéticas como el "éxtasis" o el casi legendario "lsd". Cierto, habría que estudiar una salida para cada una de éllas. Pero, mientras tanto, estudiemos cuidadosamente, seriamente, con rigor científico y no cucufato, las posibilidades de abordar de esa manera este tema que cada vez más corroe los cimientos de nuestra sociedad.